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Es natural que las personas quieran tener una vida cada día más plena, más satisfactoria. Y en muchos casos, eso implica cambiar su actual casa o departamento por otra propiedad.
Hay individuos que se deciden rápidamente a buscar un nuevo hogar. A la vez, existen individuos a los que esa decisión les cuesta.
Si querés conocer cuáles son los 3 frenos que les impiden a esas personas ir hacia una mejor calidad de vida, aquí te los contamos.
Tal vez te sirva descubrir esos factores para ayudar a algún familiar o amigo. O, quizás, para que puedas encontrar vos mismo la vía hacia un cambio.
1. Ausencia de confianza en uno mismo
El primer freno es la falta de confianza en uno mismo. ¿Qué tiene que ver la autoconfianza con la decisión de cambiar de casa en la que interviene no solo la persona sino también la familia, el estado del mercado inmobiliario y la situación del país en general?
Tiene que ver porque quien no se siente confiable percibe, sobre todo, que no puede tomar buenas decisiones. O que las decisiones que tome terminarán de un modo negativo.
2. Búsqueda de la perfección
El segundo freno es la búsqueda de la perfección. La persona no se decide porque busca un camino que la lleve a un sitio ideal, idílico. Quiere la casa perfecta, en el barrio perfecto, en el momento perfecto y a un precio perfecto. Como dijo el pintor Salvador Dalí: “No tengas miedo de la perfección, nunca la alcanzarás”.
Esa ambición desmedida por lo perfecto a veces, también, es un autoengaño para no avanzar. En el refranero popular esto se expresa con el dicho: “Mejor malo conocido que bueno por conocer”.
3. Postergación
Ciertas personas creen que determinados problemas se solucionan solos. Esto es verdad, pero no en la mayoría de los casos.
Por lo tanto, no se puede dejar librada al azar la solución a temas que deben afrontarse, como conseguir una casa con un dormitorio adicional, o un departamento con un balcón grande, o un PH con bajas expensas.
El hecho de postergar a veces es visto como ganar tiempo. En realidad es una manera de no tomar una decisión. No tomar una decisión también es una decisión en sí misma.
Desde luego que decidir implica salir de un lugar de aparente confort para ingresar a uno desconocido –pero no peligroso–.
Decidir es cambiar. Y tal como indica un estudio publicado en la Harvard Business Review al ser humano les cuesta el cambio porque eso produce un dolor neuronal.
De modo que lo que parecía un simple rechazo a lo nuevo, a lo inédito, tiene una raíz fisiológica. También hay que destacar que el cambio no tiene nada que ver con la edad. Es un tema que va más allá de lo puramente generacional.
Condenar o comprender
Es sencillo criticar, y condenar, a una persona que se encuentra en una situación complicada y no se decide a tomar una decisión para salir de ella. Sin embargo, ese no es el camino para ayudarla.
Lo mejor es tratar de comprenderla, de entender que su indecisión, su estado estático, se debe a un bloqueo.
La solución: delegar
Siempre que se habla de temas de salud, se indica: “Es bueno consultar a un profesional”. En ciertas circunstancias, el no cambiar de casa incide en el bienestar de una persona y su entorno.
Por ejemplo, cuando llega un bebé al grupo familiar y por vivir en una casa no muy grande el hermano adolescente debe ceder su cuarto, empezando a dormir en el living.
O, en el extremo opuesto, cuando el padre de uno de los integrantes de la pareja ya perdió autonomía y no existe otra opción que alojarlo en el hogar, para cuidar su salud en los años que le quedan de vida.
El profesional que más puede ayudar a las personas que viven esas situaciones –u otras– es un corredor inmobiliario.
Es quien comprende este tipo de situación ya que todo el tiempo se encuentra en contacto con mujeres y hombres que quieren cambiar pero no se animan, se asustan, se preocupan por temas futuros que para los demás parecen triviales. Para ellas, sin dudas, no lo son.
El corredor inmobiliario aconseja, sugiere y presenta planes de acción para que la mudanza se convierta en la concreción de un anhelo.